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Se cuenta una anécdota de dos renombrados discípulos del Maguid de Mezritch, los hermanos Rabí Elimelej, de Lizensk, y Rabí Zushe, de Anipoli.

Estos dos grandes tzadikim viajaban por el continente europeo en busca de judíos que requirieran asistencia espiritual. Cierta vez, al llegar a la plaza pública de una pequeña aldea, vieron a un oficial ruso que golpeaba brutalmente a un judío. Desconcertados por el incidente, se acercaron y comenzaron a forcejear con el oficial, lo que ocasionó que fueran encarcelados.

 A la mañana siguiente, Rabí Elimelej despertó temprano y encontró a su hermano llorando desconsoladamente. “¿Qué te ocurre?”, le preguntó conmovido. Rabí Zushe, secó sus lágrimas y le respondió: “Es tiempo de rezar las plegarias matutinas, pero en el centro de esta habitación hay un balde para que los presos hagan sus necesidades fisiológicas, y la Ley Judía[1] nos prohíbe rezar en un lugar como este, ya que es deshonroso para la Presencia Divina. Es la primera vez que me veo impedido de rezarle al Creador. ¡¿Cómo no voy a estar devastado?!”.

 Rabí Elimelej escuchó con atención las palabras de su hermano y luego de reflexionar por un instante le dijo: “Querido Zushe, la razón por la cual debes abstenerte de rezar en estas circunstancias es porque así ha sido estipulado por Di-s en Su código de leyes. El Santo Bendito Sea no quiere que lo hagas. Siempre has podido satisfacer Su voluntad rezando, pero hoy tienes una nueva oportunidad, la de servirlo sin hacerlo”.

 Las palabras de Elimelej resonaron con fuerza en los oídos de Zushe, quien de inmediato secó sus lágrimas y comenzó a bailar con gran emoción. Al ver la reacción que había provocado en su hermano, Rabí Elimelej se unió a él en la danza.

 Los demás prisioneros miraban incrédulos a los dos judíos que bailaban y, también, decidieron participar de la celebración; y así, el ambiente lúgubre de la celda se transformó en uno lleno de alegría y regocijo.

 Cuando el guardia escuchó las voces alegres provenientes de la celda se dirigió hacia allí a toda velocidad y, para su sorpresa, encontró a todos los presos bailando y cantando. “¿Qué está pasando aquí?, ¿por qué están todos contentos?”, gritó. Uno de los reclusos le respondió: “La verdad, no entiendo bien la causa del festejo, creo que es aquel balde en medio de la celda”. “¡Ajá!”, dijo el guardia. Y sin titubear, se llevó el recipiente.

 En ese instante, Rabí Elimelej se dirigió a su hermano y le dijo: “¡Ahora sí puedes rezar!”.

 

Quiero que analicemos juntos esta historia.

¿Cuál es el mensaje de esta historia? ¿Cómo se puede servir a Di-s no rezando? ¿Qué representa el balde?

Cada uno de nosotros encuentra en su vida obstáculos: elementos que interfieren con nuestros objetivos y que no nos dejan alcanzar las metas que nos proponemos. El balde en el centro de la habitación representa esos impedimentos. Son las interferencias indeseables que se hallan en nuestro camino. Esta historia contiene el secreto para librarnos de ellas.

Sin embargo, primero debemos entender un concepto básico: Nuestros sabios nos enseñan[2] que la razón por la cual Di-s creó el mundo es porque Él desea hacer bondad para nosotros, como declara el versículo en Tehilim: Olam Jesed Ibane (El mundo se construye con bondad). Por lo tanto, es evidente que Di-s nos ama y que Su único interés es nuestro bienestar. El hecho de que, a veces, ignoremos que lo que nos ocurre es para nuestro bien, no implica que no lo sea. Así como un niño no siempre puede apreciar la intención positiva de sus padres porque esta supera su entendimiento, nosotros tenemos que aprender a ver a Di-s como nuestro Padre, quien sabe mejor que nosotros qué es lo que más nos conviene.

En la historia anterior, veíamos un rabino que deseaba con todo su corazón rezarle al Creador porque reconocía el regalo invaluable de tener una relación directa con Él. Sin embargo, a pesar de que sus intenciones eran correctas, por las circunstancias, se encontraba impedido de cumplir con su deseo. La Ley prohíbe rezar en esas condiciones.

En cierta forma, lo mismo ocurre con cada uno de nosotros: deseamos vivir una vida plena, queremos estar saludables y que no nos falte nada. En realidad, no hay algo negativo en esto, al contrario, Di-s desea que seamos felices; el problema surge cuando creemos que sabemos mejor que Él qué es lo que nos conviene.

El Rabí Zushe debía analizar por qué deseaba rezar. Si su deseo era satisfacer una sed personal de conectarse con Di-s, entonces, sería decepcionante que no pudiera hacerlo; pero si lo que deseaba verdaderamente era una relación con el Creador, entonces, las sabias palabras de su hermano le mostrarían que, en ese instante, podía crear la relación más íntima si cumplía la voluntad Divina de no rezar.

Lo mismo nos ocurre a todos nosotros: anhelamos la felicidad, vivir con plenitud y de forma satisfactoria, sin embargo, aunque Di-s desea nuestra felicidad, es fundamental que tengamos en cuenta que es Él quien realmente sabe cómo debemos alcanzarla. Cuando deseamos algo, tenemos que agregarle la siguiente cláusula: “Señor del mundo, yo deseo esto con todo mi corazón, pero te ruego que si no es bueno para mí, me colmes de madurez para aceptar con alegría Tu voluntad y reconocer que estás haciéndolo por mi bien”.

Es indudable que cuando hablo de deseos, me refiero a asuntos dignos y honorables, aquellos que poseen elementos positivos según los lineamientos de la Torá.

El mensaje es que debemos madurar y crecer, no podemos pasarnos la vida esperando que Di-s se ajuste a nuestras limitadas expectativas. Tenemos la obligación de trascender y buscar un bien verdadero; de esa forma, estableceremos las prioridades y encontraremos valor en aquello realmente importante, que antes no sabíamos apreciar.

Podemos pasarnos la vida llorando por los baldes que encontramos en el camino o podemos aplicar la enseñanza de Rabí Elimelej. Además, sus palabras contienen el secreto para erradicar los baldes ‒al igual que como sucedió en la historia‒, pero antes es necesaria una pequeña introducción.

En la filosofía jasídica[3], las fuerzas del mal son llamadas Cojot Hajitzonim. La traducción literal sería ‘fuerzas superficiales’. La explicación es porque el mal solo existe en la superficie de las cosas, en su apariencia; pero cuando aprendemos a profundizar y a desarrollar una visión más penetrante, descubrimos el bien interior, la chispa Divina que radica en las entrañas de la oscuridad misma.

Nuestras almas han descendido a este mundo inferior para conseguir un ascenso hacia una posición más elevada a la que tenían anteriormente[4], lograr un nivel de trascendencia que no podría ser alcanzado de otra forma. La manera en que Di-s faculta ese ascenso es a partir de las dificultades que nos presenta, porque esos desafíos nos permiten ahondar más profundo y encontrar nuestra esencia interior.

En hebreo la palabra Nistar significa ‘oculto’. La raíz de este vocablo puede leerse como Stirá, que significa ‘contradicción’. La manera en que debemos hallar lo que está oculto en el interior de las circunstancias que atravesamos es a través de las contradicciones, aquello que no es como queremos que sea. Cuando las cosas se adaptan a nosotros, no necesitamos superarnos ni trascender, pero en el instante en que la vida nos ofrece un obstáculo, cuando sucede un evento que contradice nuestra voluntad, entonces, podemos elevarnos aún más alto y desenterrar los potenciales que se ocultan en nuestra alma.

El balde en la habitación es la contradicción, es la representación de aquellos elementos que no nos permiten alcanzar nuestras metas, pero estos elementos están ahí precisamente para obligarnos a profundizar, para incitarnos a descubrir la esencia Divina que se oculta en las circunstancias de nuestra vida.

Cuando te propones algo es simplemente eso, una meta personal que tú te has fijado. Sin embargo, la presencia del balde te permite pensar más hondamente y examinar tus objetivos para luego reconocer si están alineados o no con el plan Divino.

Si logramos comprender cómo nuestro deseo concuerda con el Plan Divino logramos proyectar el valor esencial de esta aspiración, y el mal [las fuerzas de la superficie] ya no puede interferir con él.

Recuerda lo que mencioné antes: ¡Di-s desea tu bienestar! Esto significa que si el balde te obliga a ir hacia las profundidades y en ese proceso descubres que lo que tú deseas no concuerda con lo que Di-s tiene planeado para ti, debes mantenerte firme con la certeza de que seguro eso que pensaste no te conviene, sin importar cuánto te parezca lo contrario.

En la historia, fue el balde el que le permitió a Rabí Zushe descubrir que Di-s, también, deseaba que él rece. A través de ese obstáculo, pudo meditar y darse cuenta de cómo su deseo de rezar no era una voluntad egoísta, sino la añoranza genuina de unirse con el Creador.

Al ver el balde conseguimos evaluar nuestros deseos y valorar si Di-s está de acuerdo con ellos. Si no lo está, debemos ser agradecidos y reconocer que el balde nos está protegiendo, si es así, entonces, el balde habrá cumplido su función y podrá ser removido de nuestro camino.

Entre más profundo logremos penetrar, menos obstáculos encontraremos, y más plenas y felices serán nuestras vidas en este mundo.

 

[1]Kitzur Shuljan Aruj, capítulo 5.

[2]Sefer Etz Jaim, Shaar HaClalim. Escrito por Rabí Jaim Vital, discípulo principal de Rabí Isaac Luria.

[3]De los escritos del cabalista Rabí Isaac Luria, y esta misma expresión es común en las enseñanzas de los Maestros Jasídicos.

[4] En hebreo yerida l´tzorej alia es un concepto clásico en las enseñanzas del Jasidut Jabad. Ver Likutei Torá Parasha Lej Lejá y otras.

Rabino Moises Waisberg

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1 comentario
  1. María Catalina Menjí

    Shalom.les estoy muy agradecida !!y estoy contenta porque sus enseñanzas de Torá me son de mucha ayuda para mi crecimiento espiritual !! todos los temas de bendita Torah me an aclaro mucho los conceptos. Pues estaba confusa pero B.H.me quedado claro todah Raba. Por sus enseñanzas berahot.

    23/10/2018 a las 02:05

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