Abre tus ojos a la redención (9 de Av)

El titular del periódico decía: «Nueva visión abruma a un hombre tras cirugía ocular». Después de 61 años de ceguera, a un hombre se le concedió el don de la vista a través de una operación de los ojos. Su reacción fue encerrarse en su apartamento rehusándose a salir, o siquiera a mirar por la ventana, diciendo: `No puedo. Mis ojos son demasiado poderosos’. Su recientemente adquirida capacidad ha sido hasta ahora demasiado aterradora como para asumirla.
¿Qué es la vista? El ojo es un compuesto de unos 120 millones de varillas, 5 o 6 millones de conos, 1 millón de células de ganglio, junto con una córnea, iris, pupila y retina. Este ojo «de carne» es sensible a la luz visible de tal modo que uno puede hasta detectar una vela a 20 millas en una noche oscura (es interesante que la visión a veces puede aumentar con la oscuridad). Y la luz visible se define como una banda muy estrecha del espectro electromagnético total, vinculada al color, brillo y pureza. ¿Pero es eso todo lo que hay en la vista?
El anuncio de cierta compañía rezaba: «Nosotros podemos medir lo que el ojo no puede ver». Los productos promocionados eran una variedad de dispositivos de imágenes y sensores que ilustran para nosotros micromundos que jamás supimos que existían.
Las técnicas de prueba e identificación a través del ADN se han puesto de moda, y de una única célula cobra vida toda la historia del pasado. Lo aparentemente invisible repentinamente cae bajo el escrutinio público.
Al momento de escribir estas líneas, en algún lugar del espacio exterior nuestros ojos viajan insolentes a millas por segundo de velocidad buscando no sabemos qué: el Telescopio Hubbell del Espacio entra en dominios alguna vez considerados inalcanzables, transmitiéndonos información más rápido que lo que nosotros podemos reescribir la teoría científica.
Cuando los judíos estuvieron de pie ante el Monte Sinaí, «Todo el pueblo vio los sonidos y las llamas» (Exodo 20:15). Esta experiencia fue tan perturbadora para los judíos, tamaña revolución de la naturaleza, que su respuesta fue pedir a Moshé que interviniera entre ellos y Di-s. El usual poder de la vista fue más allá de los límites normales, y la experiencia fue verdaderamente abrumadora; la recepción visual repentinamente estalló. Y con todo, el mundo continuó girando vertiginosamente y el impacto sobre los judíos gradualmente se disipó. Parpadearon, y tres meses después estaban haciendo el Becerro de Oro.
El Rebe invirtió considerables esfuerzos en encaminarnos a abrir nuestros ojos. La descripción de Isaías (40:5) de la era del Mashíaj –«La gloria de Di-s se revelará y toda carne verá que Di-s ha hablado»– asumió nuevo significado con la alocución del Rebe de Parshat Ekev (5751), en relación con la edición del Tania en Braille.
Esta realización editorial única unió dos mundos. La coordinación tacto-ocular asumió un nuevo significado. La fisicalidad, la carne, era capaz de ver las palabras de Di-s; un precursor del mensaje del Mashíaj al Baal Shem Tov –de que vendría «cuando los manantiales de la Torá se diseminaran afuera»– se volvió evidente (en este caso, el «afuera» eran las yemas de los dedos).
A diferencia del ojo físico, el ojo de la mente parece ilimitado.
Uno se para sobre las vías del ferrocarril escudriñando las fajas paralelas de metal que se extienden al horizonte. Puedes verlas converger a lo lejos, y con todo perduran divididas bajo tus pies. Un conjunto de orden superior de los ojos de la mente puede imponerse a los más inferiores ojos físicos.
Uno abre un libro y mira la página: una combinación de letras, símbolos, palabras y oraciones, todas entretejidas para formar un mensaje. Pero la escritura cubre apenas un 5% de la página. ¿Tamaña extensión de espacio blanco desierto para cruzar o un océano para explorar? Piensa en las posibilidades si el lenguaje del espacio blanco fuera inteligible.
Esta idea puede ser adicionalmente aplicada a nuestro propio cerebro, que consiste de miles de millones de células de las que el más brillante de nosotros usa una mera fracción. Simplemente piensa en el potencial; materia gris, carne y sangre que esperan ser activadas.
El ojo físico, y el ojo de la mente, están frecuentemente abiertos apenas en un tajo — los límites de las posibilidades ilimitadas.
El Rebe nos dijo que la Redención está aquí, que tenemos que vivir con esta realidad, y que hacerlo significa abrir nuestros ojos. Cada mañana cuando despertamos, una de las primeras bendiciones que recitamos agradece a Di-s `quien abre los ojos del ciego’. El jasidismo explica que esta bendición habla de más que de la mera percepción visual física, apuntando a nuestra visión espiritual: la capacidad de ver un mundo de bien en una aparente oscuridad. Se da gracias por la vista física, pero más aún por nuestra visión espiritual, el ojo del alma.
El gran Rebe de Berdichov decía que el Shabat Jazón –el que precede al aciago día del 9 de Av que rememora la destrucción de ambos Beit HaMikdash— recibe ese nombre, jazón –que significa «visión»– por la parte de nosotros que tiene una visión del Tercer Beit HaMikdash (en el sentido literal, se denomina así porque la Lectura de los Profetas de ese Shabat comienza con la palabra Jazón) ¿Es esta interpretación real o una fantasía del Rebe de Berdichov?
Cuando un deportista campeón mundial de carreras en canoa fue arrestado recientemente por remar en una excluida sección de rápidos altamente peligrosos, dijo: «A veces el río te habla y tienes que escucharlo». ¿Qué idioma habla un río?
El informe del periódico en cierta celebración de Año Nuevo decía: «El optimismo llena el aire». ¿Cómo se reconoce el optimismo como para saber que llena el aire? ¿Y cuán lleno estaba?
¿Estamos locos? Templos en el cielo, optimismo en el aire, y ríos hablando.
¿Y por qué siquiera hablar de un alma en una era de ciencia? El famoso neurocirujano Wilder Penfield llegó a la conclusión de que incluso un científico puede creer en la existencia del `espíritu humano’. Otros científicos han descubierto que nuestros sentidos de la vista, el oído y el tacto son indistinguibles en el nivel fisiológico, y el hecho de que nosotros los experimentemos de manera diferente radica en reconocer que su fuente está más allá del cerebro. Pues entonces, ¿qué sucede? ¿Estamos aquí o no?
El Alter Rebe compara el exilio diaspórico al estado de letargo y sueño. Cuando la persona está despierta el intelecto controla los pensamientos, pero durante el sueño, la imaginación permite una invasión de contradicciones y absurdos. Este es el lado espiritual del exilio diaspórico, cuando el ojo de nuestra alma está cerrado, permitiendo una perversión de prioridades, uniendo la ceguera a las inconsecuencias de la propia vida. Un minuto podemos estar rezando a Di-s con fuego genuino, y luego transferir las llamas a habladurías chismosas en el siguiente.
Reb Betzalel, un dedicado jasid del Tzemaj Tzedek, llegó cierta vez a una posada, y al entrar percibió a un joven durmiendo junto a la estufa.
«Es un pastor. Parte muy temprano a la mañana y regresa de noche, come un poco, y luego se va a dormir allí, cerca de la estufa. Es un joven honesto, pero no sabe nada de judaísmo», le explicó el posadero.
Reb Betzalel intentó entablar una conversación con el joven pastor, pero fue en vano; el muchacho no estaba interesado en hablar.
Al volver a la posada al año siguiente, el posadero se acercó inmediatamente a Reb Betzalel. Cuando le preguntó si quería oír una historia interesante sobre el joven pastor, cabeceó afirmativamente.
«Decidí seguir al muchacho y ver cómo pasaba su día; quería averiguar cuán fiable era. Me oculté, sin ser detectado, detrás de algunas matas cercanas, y fui testigo de una recitación de Salmos con tanto sentimiento y fervor, que instantáneamente reconocí que éste no era el simple campesino que fingía ser, sino alguien que estaba ocultando su inmensa grandeza. No conté a nadie mi descubrimiento, ni siquiera al muchacho. Un día después de este incidente, diez soldados vinieron de la ciudad cercana para reclutar al joven en el ejército. Hice lo imposible por convencer a los soldados de que regresaran después de ese Shabat, pensando que quizá pudiera traer a algunas de las personas influyentes de la comunidad judía para presionar a la jerarquía militar local. Los soldados se negaron de plano a escucharme, y me sentí sumamente trastornado todo el Shabat por este episodio. Inmediatamente después de la havdalá corrí a las autoridades militares, donde, muy extrañamente, ¡me dijeron que nunca habían enviado a buscarlo! No sabían nada de toda la cuestión. Desde entonces no he visto ni recibido noticias del joven pastor».
Cuando Reb Betzalel oyó esto se puso a llorar desconsoladamente: «Nuestros ojos son tan burdos y toscos que no ven ni perciben nada».
«El momento de vuestra Redención ha llegado», dijo el Rebe. Su vaticinio es más perfecto que nuestra vista. Confiamos en su profecía. Sólo falta que nosotros abramos los ojos.
En la Entrega de la Torá los ciegos fueron milagrosamente curados. En el momento de la Redención Final, con la nueva revelación de Torá de ese sublime momento, también nosotros veremos milagrosamente. Entonces nos daremos cuenta entonces que hay más cosas que lo que el ojo ve.
(extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar).
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