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Abraham: El primer hebreo

Extraído de material del Rab Jaim Zukerwar z’l
www.halel.org

Hace aproximadamente 4000 años Abraham comprende que el egoísmo es la causa de todos los males que afectan a la humanidad. Este descubrimiento, del cual la humanidad aun no ha tomado plena conciencia, marca el momento más trascendente de la historia universal. La historia humana se puede dividir en antes y después de Abraham, siendo que Abraham es el primero que enfrenta al hombre ante su mayor desafío: alcanzar su completitud, su forma superior, el altruismo.

Prácticamente todas las formas espirituales que surgirán a lo largo de la historia provienen de Abraham, como se indica en el libro de Bereshít-Génesis 17:4-5 «serás padre de numerosos pueblos». Su primer hijo Ishmael generará las bases para la percepción que encontramos en el mundo islámico. Itzják segundo hijo de Abraham continuará la cosmovisión de su padre conformando así la percepción judía de la realidad. Los hijos que Abraham procreó con sus concubinas serán quienes modelen la percepción oriental de la realidad. Esau, nieto de Abraham será quien marque las pautas de la concepción del mundo que hoy conocemos como occidente.

Abraham comprendió la dificultad y las debilidades del hombre en su camino espiritual; siendo aún niño destruyó las estatuas de Téraj, su padre, quien se encontraba inmerso en la idolatría reinante. La representación de imágenes fija la realidad en un momento histórico, a una estética, a una determinada cosmovisión. El impedimento de darle forma material a la realidad espiritual nos exige sobreponernos a nuestras limitaciones mentales y emocionales.

La imagen parcializa y proclama la independencia de lo particular y pasajero en lugar de elevar e integrar lo individual a lo eterno. Abraham des-cubre que la aparente multiplicidad de seres y aspectos que conforman la realidad, tanto de orden material-sensorial como espiritual, son diversos grados de una misma y única Realidad Infinita, denominada en el lenguaje interior de la Torá: Ein – Sof. Dicha Realidad es generada por la Esencia Creadora, la cual es llamada en el mencionado lenguaje espiritual: Kadósh Barúj Hú, HaShém, Atzmút, etc.

En sus esfuerzos por encontrar un orden superior Abraham se transformó en un gran astrólogo, ya que en sus comienzos él creyó que toda la realidad es regida por influencias astrales. Como consecuencia de su búsqueda de lo completo logró finalmente sobreponerse al ámbito astral y percibir la realidad superior, la causa primera, entendiendo así que hay una armonía que está por sobre la aparente multiplicidad de la Creación: el Kadósh Barúj Hú.

Antes de Abraham Nóaj, luego del diluvio, instauró un mundo fundado en principios de respeto mutuo por la vida, la propiedad y la familia, pero no fueron suficientes para crear normas que logren codificar un sistema social y espiritual que perdure a través del tiempo. Abraham comprendió más profundamente la problemática humana. Su ideal no era sólo el de una conducta civilizada contra el salvajismo prediluviano. La idolatría contra la cual Abraham lucha es la del ser humano que rinde culto al mundo material y a sí mismo en oposición a una vida dedicada al prójimo como medio para alcanzar la armonía y completitud.

Abraham representa al hombre superior, el justo, en hebreo tzadík, quien emplea la bondad con sabiduría. Abraham es el primero en descubrir la voluntad altruista generadora de la conciencia judía. Abraham logra transmitir el concepto del altruismo; no sólo con explicaciones intelectuales, sino que llega a nuestro interior ayudándonos a trascender los límites impuestos por la frialdad especulativa de la mente cuando no vibra en armonía con el corazón.

Abraham nos enseña el principio básico del verdadero trabajo espiritual, la emuná. La Sabiduría que trasciende los límites intelectuales, como el amor que sobrepasa toda medida. Por el contrario, lo que tiene medida es limitado y finalmente desemboca en egoísmo. En cambio, cuando la emuná es completa, como lo manifiesta Abraham a lo largo de su propia vida, trasciende todo límite y medida, lo cual conduce al Uno sin segundo al Kadósh Barúj Hú, fuente infinita del altruismo.

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