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A quien no quiere no deja entrar

Cierta vez se presentó una persona ante el maguid – Predicador- de Mezritch, y se lamentó de que pese a sus esfuerzos le resultaba muy difícil mantener la pureza de sus pensamientos. Todas sus propuestas eran en vano, los malos pensamientos seguín acuciándolo sin descanso, perturbándolo en su servicio a D-s.

«Creo conveniente que vayas a ver a Rabí Zeev de Zhitomir. El te ayudará en tu problema».

Cuando este hombre llegó a la hostería de Rabí Zeev ya había caído la noche y la casa estaba cerrada desde adentro. El hombre golpeó la puerta con fuerza, mas nadie le abrió. Esperó un poco y volvió a golpear, nuevamente sin respuesta. Era una noche de mucho frío y éste se hacía sentir. Angustiado, el judío gritó:
«¿Es que no tenéis compasión de un judío, como para hacerlo pasar?»
Pero desde la casa no le llegó ninguna respuesta y recíen de madrugada le abrieron. El judío se quedó con Rabí Zeev varios días, pero aquel no le preguntó en ningún momento a qué debía su visita. ¿Para qué lo habia enviado el maguid a ver a Rabí Zeev?

Cuando decidió regresar a su casa, se acercó a Rabí Zeev y le dijo:
«Nuestro maestro, el maguid, me ha enviado a ti. Pero aún no veo para qué…?.
«¿Quieres que te lo diga? Te envió a mi para que de mí aprendas que el hombre es el dueño de casa, y a quien él no quiere no permite entrar…».

Anecdotario Jasídico, (c) Kehot Lubavicth

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