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A favor de la razón

Rabí Jaim Leib, el Rebe de Stovisk, era uno de los más importantes personajes, reconocido como una gran autoridad rabínica entre los Iehudím. Y aun los no judíos acudían a él para pedirle consejos. La gente, en general, no se dirigía a los juzgados civiles, sino que preferían que Rabí Jaim Leib fuese el juez. La confianza que infundía Rabí Jaim Leib era tal, que hacía que muchos no judíos tuvieran verdadera fe en nuestros Jajamim (sabios).

En una oportunidad se produjo una discusión entre el máximo directivo de la comunidad judía de Stovisk, y un farmacéutico. El directivo era muy respetado por todos, reconocido por sus cualidades y por su apego a las Mizvot de la Torá. Y el farmacéutico era un hombre totalmente alejado del camino de la Torá; el único que no cuidaba Shabat en toda la ciudad.
Llegaron los dos con el Rab, y el veredicto de éste fue favorable al farmacéutico. El directivo se puso furioso. «¿Cómo es posible que el Rab considere que una persona tan mentirosa y pecadora como el farmacéutico, tuviese razón? ¡Esto no puede ser!», decía. Y el directivo se negó a acatar el dictamen del Rab.

El farmacéutico se dirigió entonces al Rab para decirle que el otro no quería pagar, por lo que el Rab le permitió demandarlo en la corte de justicia civil. Tiempo después, llega el farmacéutico al Rab, con la noticia de que el juez lo declaró culpable, favoreciendo al directivo.
«¿Qué voy a hacer ahora?», dijo preocupado.
«Apela la sentencia», le respondió el Rab.
«Pero eso significa que el caso llegará a la Corte Suprema, que funciona en San Petersburgo…».
«Eso es precisamente lo que quiero. Y si es necesario, yo mismo iré a atestiguar a tu favor en la capital del imperio ruso.

Efectivamente, no pasaron muchos días, Rab Jaim Leib recibe una carta de la Corte Suprema de Rusia, donde lo citaban a comparecer como testigo. El problema estaba en que el día que debía presentarse en San Petersburgo era… ¡La fiesta de Shabuot!
No era nada sencillo: Rab Jaim Leib, en Shabuot, que es la fiesta de la entrega de la Torá, permanecía temblando de emoción todo el tiempo. Se cuenta que cuando subía al Sefer Torá en Shabuot, se lo veía como recibiendo la Torá en Ar Sinai (Monte Sinaí). ¿Cómo puede ser que ese día tan importante, tenga que ausentarse de su ciudad, y presentarse en el juzgado de San Petersburgo a las diez de la mañana? Sin embargo, Rab Jaim Leib ni lo dudó. En la víspera de Shabuot viajó a San Petersburgo, y al día siguiente fue a pie al juzgado a atestiguar a favor del farmacéutico.

Cuando regresó, la gente le preguntó: «¡Rabí! ¿Es para tanto, acaso? Si bien el farmacéutico tenía razón y necesitaba ayuda, ¿era como para dejar la familia y la ciudad, y en medio de la fiesta de Shabuot atestiguar a su favor frente al juez civil?».
Rab Jaim se quedó pensativo unos segundos, y luego procedió a responder:
«En un Pasuk (versículo) de la Torá está escrito: «No tuerzas la justicia del pobre, en su pleito». ¿A que tipo de «pobre» se refiere? En la «Mejilta» figura que aquí está hablando de un «pobre de Mizvot«. Para que no vaya a pensar la persona: «Ya que se trata de un pecador, voy a torcer su juicio en su contra». «¡Esto no es tan simple!», agregó el Rab Jaim Leib, «¡Si no hubiese actuado de la manera que lo hice, hubiese traspasado una prohibición expresa de la Torá!».

Así era Rab Jaim Leib, y así explicó su actitud tan particular. Fue al juzgado de San Petersburgo en el mismo día de Shabuot, para atestiguar a favor del farmacéutico, porque éste era considerado «pobre de Mizvot» y había que ayudarlo.
Y así es la justicia de la Torá: Cuando dos personas se presentan en un juicio, no hay que tener en cuenta sus méritos personales para declarar la culpabilidad o la inocencia de las partes, sino que el veredicto deberá dictarse según la razón que cada uno tenga en el caso.
La actitud de Rab Jaim Leib nos deja una enseñanza para siempre.

Sheal Abija Veiaguedja

(Gentileza Revista semanal Or Torah, Suscribirse en: ortorah@ciudad.com.ar )

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