HALEL
El alma en el relato de la Torá
Vaicrá
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4) Tazría

« La energía de la vida manifestada a través de nuestros deseos es poderosísima, como lo es la fuerza del mar. Sin los límites adecuados, el mar puede destruirnos. En cambio, si construimos una represa que lo contenga y regule, esa misma energía puede dar

En el día octavo habrá de ser circuncidada la carne de su prepucio

Cinco niveles de conciencia
El alma posee cinco grados generales de conciencia denominados: Néfesh –lo presente: el ámbito material sensorial-, Rúaj -lo inmediato: el plano emocional-, Neshamá -lo cercano: el pensamiento-, Jaiá –lo lejano: la voluntad- y Iejidá -lo trascendente: lo eterno, el plano espiritual-.
Lo presente así como lo inmediato y lo cercano, instinto, emoción y pensamiento respectivamente, surgen naturalmente en cada momento de nuestro diario vivir. Lo lejano y trascendente, la voluntad para alcanzar los valores eternos-espirituales, en cambio, exige un esfuerzo ya que debemos trascender nuestros instintos, emociones y pensamientos supeditándolos a través de la voluntad a principios eternos-espirituales.
Estas cinco perspectivas señalan cinco grados a través de los cuales se manifiesta nuestro deseo. Cuando el Néfesh –lo presente, la reacción instintiva-, Rúaj -lo inmediato, las emociones-, no se subordinan a la Neshamá: el pensamiento que puede discernir en la voluntad por captar lo trascendente, los seres humanos terminamos por justificarnos y adaptar la realidad a nuestras debilidades en lugar de expandirnos a lo eterno.

La materialización de la realidad
Neshamá, el pensamiento, designa el discernimiento que puede aprehender los Principios Superiores.
El vocablo Neshamá proviene del verbo respirar y designa el potencial humano que puede ser inspirado y activado por lo trascendente a través de la voluntad.

La actividad del Rúaj (que también significa viento y aliento) atrae la Neshamá de vidas (Nishmát Jaím) a través de las fosas nasales del hombre y lo hace poseedor de un Néfesh vivo. Luego, ese «aliento de luz» se densifica y vitaliza al cuerpo. La energía espiritual nos activa desde lo trascendente y cada ser, de acuerdo a su nivel de conciencia, la capta en la forma particular que le es necesaria para corregir su deseo egoísta. De ahí los diferentes desafíos que cada ser humano debe atravesar en su vida con el objetivo de alcanzar un modo superior de ser.
El egoísmo es lo que nos separa de lo trascendente y que, cuando lo transformamos en altruismo accedemos a las formas superiores de ser fusionándonos así a la Fuente Infinita de Vida que es sólo voluntad de dar.
A medida que el «aliento de luz» desciende desde los planos superiores luminosos va adquiriendo materialidad, es decir deseo de recibir hasta concretizarse en la respiración y el ritmo cardíaco. Luego, la sangre irriga todos los órganos del cuerpo dándoles vida y transformando dicho deseo en actos concretos. La labor espiritual en la Torá y las mitzvót transforma dichos actos concretos en altruismo. Debido a ello, el trabajo espiritual de Israel se concentra en la dirección superior del aliento y la respiración unificando así toda la multiplicidad del mundo material-sensorial con su Fuente Luminosa, causa y raíz de todo lo creado. De lo contrario disgregaríamos nuestra energía dado que al concentrarnos tan sólo en los procesos respiratorios y sensoriales limitamos la realidad a nosotros mismos aumentando así el deseo de recibir, el egoísmo.
Por esta razón, la denominación que la Kabalá emplea para designar a la energía de vidas es Luz-Or. El vocablo Or indica en sí mismo la dirección y objetivo al cual el hombre debe orientar su voluntad y deseo, la plenitud que abarca todo y a todas las creaturas, la Luz Infinita-Ein-Sof.

Néfesh significa impulso de fuego, la energía que provee calor y movimiento al cuerpo.
Se expresa en el Kidúsh del séptimo día: «Shabat vainafásh» cuyo significado es que cesa el movimiento y el trabajo luego de terminada la Obra (la Creación), y llega el descanso (Shabat). El Sabio kabalista el Rabino I. L. Ashlag nos explica que el significado de esta frase es el siguiente: «Luego de finalizada la Creación el Néfesh se pierde dado que ya no hay más necesidad de él» (Or haBahír, pag. 226).
Esto sucede porque el Néfesh es la dimensión de la Neshamá relacionado con la vida sensorial. Luego de la reintegración del deseo a su raíz, del klí al Or, también el Néfesh se integra a la Luz y entonces no se lo percibe como ente separado.

Brit Milá-circuncisión
Mediante la circuncisión y la limitación sobre sus instintos, el hombre da el primer paso hacia la liberación de la dependencia de los deseos inferiores y egoístas.
La energía de la vida manifestada a través de nuestros deseos es poderosísima, como lo es la fuerza del mar. Sin los límites adecuados, el mar puede destruirnos. En cambio, si construimos una represa que lo contenga y lo regule, esa misma energía puede dar luz al mundo entero.
El libro «Tikunéi Zóhar» («Mlejet haSulám» pag. bet) nos transmite que mediante la circuncisión liberamos el Néfesh de la influencia más densa del deseo de recibir egoísta.
El acto de quitar el prepucio mediante la circuncisión-brit milá señala la liberación del pensamiento, la emoción y los actos de la atracción que ejerce el ámbito material-sensorial cuando se transforma en un fin en sí mismo, impidiendo así la expansión del potencial altruista en todas las dimensiones del ser.
El brit milá es una iniciación, pero para que el camino espiritual se concretice debemos sobreponernos a los diferentes aspectos que el egoísmo adopta en cada etapa de nuestra vida.
Las tres meditaciones-tfilót diarias: shajarítminjá – arbít, el Shabat, el conjunto de las festividades anuales: Pesaj – Shavuót – Sucót, etc. y todo el sistema de mitzvót que nos enseña la Torá nos dan el potencial para trascender el egoísmo. De esta forma se crean las condiciones que nos ayudan, si así lo deseamos, a encauzar nuestra energía hacia niveles superiores de altruismo ¿Cómo? Elevando el Néfesh –lo presente: el ámbito material sensorial- a través del Rúaj -lo inmediato: el plano emocional- a la Neshamá -lo cercano: el pensamiento- y así discernir y aprehender a Jaiá –lo lejano: la voluntad por alcanzar a Iejidá -lo trascendente: lo eterno, el plano espiritual.
La energía de los instintos es ese mar, el Néfesh que cuando no aprendemos a encauzarlo adecuadamente es insaciable. En cambio, cuando le damos su justo lugar, nos proporciona la energía para traer Luz y Plenitud a todos los ámbitos de la vida.

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