18 de elul: Revelando a los místicos ocultos

«Jai» Elul, el 18 de Elul, es la fecha de nacimiento de dos grandes líderes jasídicos, Rabí Israel Baal Shem Tov (1698?1760), fundador del Movimiento Jasídico, y Rabí Shneur Zalman de Liadí (el Alter Rebe, 1745?1812), fundador del Movimiento Jabad-Lubavitch.
La palabra «Jai» se deriva de las letras hebreas para «18» y también significa «vida». Una fuerza vital espiritual se infunde en el mes de Elul al celebrar el nacimiento de estos dos líderes y luminarias de la Torá del pueblo judío.
Transitando un camino, un judío observa caer una hoja de la rama de un árbol. Cuando ya descansa sobre el suelo, el judío se dirige a la hoja:
«Hoja, dime, ¿por qué caíste del árbol en este momento?»
La hoja responde: «No lo sé. La rama se sacudió y yo caí. Ve y pregunta a la rama por qué…».
Tras la pregunta del judío, la rama responde: «Un viento vino y me sacudió, y entonces la hoja cayó, pero no sé por qué… pregúntaselo al viento».
Preguntando al viento, el judío reciba una respuesta similar: «No sé por qué, pero la Fuente del Viento me envió a sacudir la rama; ve y pregunta a la Fuente del Viento».
Cuando el judío preguntó a la Fuente del Viento, ésta dijo: «Yo no soy el Baal HaBait (dueño de casa); ve y pregúntale a Di-s. El me dijo que enviara al viento a sacudir la rama para que la hoja cayera. Pregúntale a Di-s, quizá El te pueda decir por qué».
El judío fue finalmente a Di-s y Lo enfrentó con la pregunta: «¿Por qué?»
Di-s le dijo: «Desanda tu camino, alza la hoja de su lugar, y entonces lo comprenderás».
Cuando el judío regresó al sendero y miró debajo de la hoja vio una pequeña hormiga que cargaba un trozo muy grande de alimento. «Estaba cansada y sentía calor», dijo la hormiga, «y gracias a Di-s esta hoja vino a hacerme sombra para que pudiera descansar antes de continuar mi marcha».
Esta es una parábola clásica de las enseñanzas del Baal Shem Tov. La enseñanza hermosa y simple, que la bondad de Di-s y Su cuidado son ejercidos en beneficio de la creación entera, forma parte de la base del modo de pensar del Gran Maestro que revolucionó la cosmovisión del judío desde su época hasta el presente.
Nacido el 18 de Elul, en aquellas montañas de la Europa Oriental, los Cárpatos, Rabí Israel Baal Shem Tov quedó huérfano a una temprana edad. A los 14 años se unió a un grupo de místicos ocultos, los «nistarím», y comenzó a estudiar Torá con ellos. Su estudio incluyó el Zohar y la Cabalá, las enseñanzas interiores de la Torá, y parte de su modo de vida incluyó el seguir el liderazgo de un tzadík. En esa época, éste era Rabí Adam Baal Shem.
Cuando Rabí Israel Baal Shem Tov se convirtió en jefe de este movimiento a los 36 años, se consideró que había llegado el momento de que los «místicos ocultos» se dieran a conocer y comenzó el movimiento jasídico.
Rabí Israel Baal Shem Tov comenzó a brindar asistencia y alivio espiritual al pueblo judío, alentándolo a mantenerse fiel a Di-s y a Su Torá a pesar de la gran pobreza y adversidad.
Usando ejemplos de la vida cotidiana, como la parábola mencionada antes, para explicar las más profundas conexiones entre el universo y su Creador, su perspectiva hizo posible el entusiasmo y la experiencia religiosa a cada judío, no solamente al erudito. Para los eruditos de aquella generación y en adelante, esta historia de la hoja que explica la idea de Providencia Divina es analizada en otro nivel. La parábola explica el descenso del alma, la neshamá, a este mundo a través de los cuatro mundos superiores analizados en el misticismo judío: Atzilut (el mundo de Emanación), Briá (el mundo de Creación), Ietzirá (el mundo de Formación), y Asiá (el mundo de Acción). La larga explicación erudita seguía expresando la misma visión que la simple, a saber, que Di-s Se preocupa por cada detalle individual de los sucesos en la vida de cada persona.
El Baal Shem Tov enfatizó el amor a cada judío y la hermandad entre los judíos sin considerar riqueza, posición comunitaria, o erudición. Enseñó que todos los judíos son iguales a los ojos de Di-s.
Su nueva formulación de las doctrinas tradicionales de la Torá prendieron como «fuego salvaje» y durante su vida hubo millares de judíos por toda Europa que se llamaban jasidím a sí mismos.
Trescientos años después, el movimiento todavía sigue brindando fortaleza y vitalidad a judíos y a su adherencia a los preceptos del judaísmo. Los jasidím de Jabad continúan activamente el legado viviente del Baal Shem Tov, de alegría y amor a los judíos de todo el globo.
Baruj y Rivká festejaban. Su hijo, Shneur Zalman, estaba por tener su primer corte de pelo a los tres años. Una anciano jasid vino para cortar un mechón de su cabello. Los padres del muchacho llamaron al hombre Zeide –abuelo– y el muchacho también lo llamó por el mismo nombre. Esta fue la primera y única vez que Rabí Shneur Zalman, el fundador del Movimiento Jabad, vio al Baal Shem Tov, el Zeide. Rabí Shneur Zalman, el principal discípulo del Maguid –Predicador– de Mezritch (el sucesor del Baal Shem Tov) fue, de hecho, su nieto espiritual.
La siguiente historia es un extracto de un discurso público del Rebe, mostrando cómo Rabí Shneur Zalman aplicó las enseñanzas de sus maestros jasídicos.
El fundador del Movimiento Jabad, el «Alter Rebe» –Anciano Rabí–, Rabí Shneur Zalman de Liadí, compartía su casa con su hijo mayor casado, y eventualmente su sucesor, Rabí Dovber.
Rabí Dovber era conocido por su inusitado poder de concentración. Cuando estaba abocado al estudio o a la plegaria, estaba totalmente ausente a todo lo que sucedía a su alrededor.
En una ocasión, cuando Rabí Dovber estaba enfrascado en su estudio, su bebé que dormía en una cuna cercana se cayó de ésta y comenzó a llorar. Rabí Dovber no oyó los quejidos del bebé.
El abuelo del bebé, el Alter Rebe, que estaba en su estudio en el piso superior también enfrascado en los textos sagrados, sí oyó los llantos del bebé. Interrumpió su estudio, descendió al piso inferior, alzó al bebé, lo tranquilizó, y lo devolvió a su cuna. A todo esto, el padre del bebé seguía ajeno a lo que sucedía en su cuarto.
Más tarde, el Alter Rebe amonestó a su hijo: «No importa cuánto uno puede estar entregado a la ocupación más excelsa, nunca hay que ser insensible al llanto de un niño».
Esta historia nos fue transmitida de generación en generación en razón del eterno mensaje que brinda. De hecho, llegó a caracterizar uno de los principios básicos del Movimiento Jabad-Lubavitch, atender el llanto de un niño.
El «niño» puede ser un infante en edad, un adolescente, un joven judío que asiste a la escuela pública, caído de la «cuna» de la observancia judía, su patrimonio y modo de vida.
O puede ser un adulto en años, pero todavía un infante «en cuanto al conocimiento y la experiencia del patrimonio y modo de vida judíos, como lo son tantos estudiantes judíos en los colegios y universidades, u otros estratos de la vida».
El alma de estos «niños» judíos clama angustiada, pues viven en un vacío espiritual. Claman por una mano orientadora que la devuelva a la seguridad, calidez y comodidad de su fe, y dé significado a sus vacías vidas, sean ellos conscientes de ello, o lo sientan únicamente subconscientemente.
Debemos oír su llanto, no importa cuán ocupados podamos estar con cualquier causa excelsa, pues ayudarles a regresar a su «cuna» judía tiene prioridad por sobre todas las demás cosas.
También la humanidad como un entero parece haberse caído de su «cuna», llorando de miedo a la auto-destrucción nuclear, ecológica, etc., amenazada por verse envuelta en las fuerzas oscuras de la desmoralización y la falta de Divinidad. Sólo un regreso a Di-s y a las Leyes Divinas de justicia y moral puede devolver la paz y la seguridad a la raza humana.
(extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar)
Hinda Langer
Senti-me profundamente elevado espiritualmente. Preciso continuar a estudar convosco uma vez que sois excelentes nesta tão grandiosa motivação.
Toda’