HALEL
El alma en el relato de la Torá
Shemot
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15) Itró

 

En Shemót-Exodo 20:1- encontramos el episodio supremo en la historia de la Humanidad.
Toda una nación se reúne en Sinai para escuchar la revelación de los diez postulados destinados a convertirse en la base de lo que hoy llamamos civilización.
El mundo de ese entonces estaba compuesto por sociedades paganas basadas en el sacrificio humano, la promiscuidad y la idolatría. Sus objetivos eran la guerra y la dominación. Esos eran los estándares antes de la revelación de Sinai.
Hoy, después de miles de años de la influencia civilizadora del Judaísmo, los diez postulados son reconocidos por su valor universal y aceptados como norma.

Judeofobia, una justificación
La historia nos muestra que toda ideología identificada con la barbarie y contraria a la civilización, a los diez postulados, necesita justificar su existencia negando por todos los medios posibles al Judaísmo, a Israel y a todo aquello que de una forma u otra implemente el mensaje civilizador de la Torá. Este rechazo es el origen y la causa principal de la judeofobia.

Unidad dentro de la multiplicidad
La multiplicidad de pueblos y personalidades son obra de HaKadósh Barúj Hú y por lo tanto creados con un objetivo. Esa concepción original judía es la que fundamenta no sólo el respeto por la vida sino también el reconocimiento por Su Creación y Su Sabiduría. Esa es la auténtica conciencia del Creador, del Uno sin segundo, más allá de cómo cada pueblo lo denomine en su lengua.

Un sistema universal y objetivo
La Torá revela un sistema universal y objetivo válido para todas las generaciones, el cual se ha interpretado e interpreta aún de muchas formas.
Tomemos los seis últimos postulados del Decálogo e intentemos comprender los valores que éstos nos transmiten a nivel racional:

10) NO CODICIARÁS

9) NO ENGAÑARÁS

8) NO ROBARÁS

7) NO ADULTERARÁS

6) NO ASESINARÁS

5) HONRA Y RESPETA A TU PADRE Y A TU MADRE

Estos postulados señalan las bases para la construcción de una sociedad justa. Cada uno representa un cerco que impide la manifestación de las formas más destructivas del egoísmo.
El décimo postulado, no codiciar, surge en el interior del ser humano en un plano espiritual, pero es el cerco que más debemos cuidar pues al obviarlo abrimos las posibilidades a los niveles más densos de egoísmo. La codicia conduce al engaño y éste desemboca finalmente en el robo.
Cada cerco-postulado que el hombre va traspasando, amén del daño particular que causa, abre las posibilidades a la corrupción y al degeneramiento personal y social.
El adulterio destruye la familia y por lo tanto las bases de toda sociedad. El asesinato sume a la sociedad en el caos total.
El asesinato es la señal de que el hombre ya perdió completamente el valor por la vida, lo cual lo predispone incluso a no respetar a sus progenitores ni a sus ancestros.
El respeto por los padres es el respeto por el esfuerzo de las generaciones que nos precedieron en la recepción, desarrollo y transmisión de los valores espirituales. Esa cadena generacional es la que une a los hombres como eslabones insustituibles en pos del objetivo de plenitud por el cual adquiere sentido la vida.

Principios «lógicos»
Los últimos seis postulados del Decálogo recién mencionados son «lógicos», cualquier persona «culta» y «civilizada» naturalmente los acepta. Pero vemos que no es así. La historia se encargó de mostrarnos lo contrario: guerras, inquisición, nazismo, etc. Ello nos enseña que lo que aparenta sustentarse en el «sentido común» puede «olvidarse» cuando el egoísmo se apodera del hombre y lo conduce a justificar «racionalmente» sus deseos.

Una fuente que está por sobre la realidad humana
Estos postulados, base de lo que se considera civilización, sólo tienen consistencia y continuidad cuando el hombre los reconoce y acepta como leyes objetivas provenientes de una fuente que está por sobre la realidad humana (como reconocemos y aceptamos las leyes de la naturaleza).

Sin la aprehensión de los primeros cuatro postulados:

1) YO (SOY) IHV”H

2) NO TENDRÁS DEIDADES AJENAS

3) NO TOMARÁS EL NOMBRE IHV”H EN VANO

4) ACUÉRDATE Y CUIDA DEL DÍA DE SHABAT

continuará sucediendo lo que nos muestra la historia: guerras, inquisiciones, holocaustos, corrupción, etc. producto de un indiferente y «racional sentido común».

Pilares espirituales
Así como la voluntad y el deseo generan y dan continuidad a los pensamientos, emociones y actos, así los primeros cuatro postulados son los pilares que sustentan a los otros seis. El esfuerzo humano en comprenderlos activa la Emuná y Hasagá, la conciencia espiritual.
El auténtico estudio de la Torá consiste en aprehender con la totalidad de nuestro ser –mente, corazón y actos- los Principios Universales. Este proceso comienza como el aprendizaje de las leyes naturales las cuales no inventamos sino que las des-cubrimos ya que son inherentes a la Creación. Pero en éste caso no es sólo información la «substancia» que estamos moldeando, son nuestros deseos y voluntad, nuestras debilidades y miedos que debemos transformar en energía altruista fusionándola a la larga cadena que a través del presente une el pasado con el futuro -Adám con el Mesías- a la energía infinita destinada a revelar la Armonía Universal.

Civilización
Civilización de acuerdo a la Torá no es solamente un estadio cultural, científico, artístico y filosófico desligado de la conducta humana. La historia es fiel testigo de muchas llamadas «civilizaciones» de «avanzada cultura y tecnología» como la Alemania nazi, en la que ni la cultura, ni la ciencia, ni el arte, ni la filosofía impidieron que se cometan los más bárbaros crímenes en nombre de la fría perfección materialista. Civilización es un estado espiritual, aquél que se logra al implementar la cultura, ciencia, arte y pensamiento con el objetivo común de alcanzar la Armonía Universal, donde cada uno de los creados por el Uno sin segundo encuentra su lugar.
Quien hace lugar para todos, todos hacen lugar para él. Quien priva a otros del lugar que les corresponde nunca encuentra su lugar.

 

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