14) Noaj «Un arca de altruismo»
« Nóaj define un espacio de acción, el arca que es construida de acuerdo a medidas exactas, para poder desarrollar en forma adecuada lo necesario, posible y por lo tanto imprescindible »
La tradición interior de Israel, la Kabalá, nos transmite que cada uno de los reinos de la naturaleza señala una conducta humana. Los componentes del reino mineral al carecer de movimiento propio, son comparables a los seres humanos cuando no desarrollan ningún tipo de iniciativa: la pasividad. Son las masas que reaccionan en bloque como el reino mineral en el cual sus integrantes no realizan movimientos individuales sino que se trasladan conjuntamente como los planetas. En el reino vegetal sus componentes desarrollan ciertos movimientos pero sólo en función de sí mismos, éstos representan la indiferencia. El movimiento de cada integrante del reino vegetal tiene como único objetivo su supervivencia individual, lo único que los activa son las necesidades propias. El reino animal señala el comienzo de la toma de conciencia del otro. Representa el ámbito de los seres humanos que actúan, pero en base a lo inmediato y pasajero sin tomar conciencia de la proyección ni del alcance de la vida . Se asemeja al animal que no posee sentido de la historia ni del futuro sino un poderoso instinto de preservación de la especie, vive en un presente continuo. El reino humano señala la aparición de la palabra y de un lenguaje capaz de articular aquello que es materia de puro conocimiento, sin intervención de los sentidos, la realidad inteligible, mental y espiritual que revela que la conciencia y por ende el deseo llegó a su máximo desarrollo, pues nuestra conciencia se expande en lo que deseamos. Ello sucede sólo en el ser humano, siendo que el reino mineral, vegetal y animal no fueron dotados con la facultad de abstracción que le permite al hombre captar relaciones complejas de causa y consecuencia. Los seres humanos poseen el potencial de desear lo infinito y de alcanzar, a través del discernimiento, la conciencia de la realidad espiritual. La potencialidad humana es tal que cuando transforma su deseo de recibir en deseo de dar, elevando lo mineral, lo vegetal y lo animal a lo humano, puede beneficiar al mundo en forma infinita alcanzando así lo divino.
Ser humano: un potencial infinito
La Torá expresa que los seres humanos fuimos creados a imagen y semajanza del Kadósh Barúj Hú, con el potencial de alcanzar la forma perfecta: Ein Sof, lo infinito, el altruismo que se expande a todo y a todos. La concretización de este objetivo requiere la didáctica espiritual que nos oriente firmemente en la dirección correcta. El altruismo, al igual que la Sabiduría que permite alcanzarlo, no se adquiere instantáneamente. Por ello es de suma importancia graduar el ritmo y las condiciones que acompañan todo proceso espiritual, social y educativo con el propósito de no generar circunstancias que corrompan y/o diluyan la efectividad del aprendizaje.
Lo innecesario, lo imposible y lo imprescindible
Cuando se ignora el objetivo de la vida se crean las condiciones para que surja lo innecesario. Así, los hombres construyen sistemas espirituales, sociales y educativos basados en justificar sólo sus necesidades inmediatas: el egoísmo, lo cual termina por corromperlos. De ello resulta una vida basada en ilusiones, que si bien a veces son posibles de lograr nunca terminan por satisfacer y que, una vez alcanzadas ya no son suficientes. Entonces aparecen nuevas necesidades aún más ilusorias que las anteriores acrecentando cada vez más el consumo de una realidad innecesaria e imposible de alcanzar que se desvanece constantemente. Esa realidad es la que la Torá describe en las generaciones previas al diluvio. Lo imprescindible, en cambio, es lo necesario, posible, y por lo tanto imprescindible. Nuestra labor consiste en educarnos y educar en pos del compromiso con el prójimo y con la sociedad activando todos los mecanismos necesarios y posibles para que surja el altruismo, posponiendo lo innecesario y lo imposible para el momento en que sea necesario y posible. Cuando lo innecesario, lo imposible y lo imprescindible no están definidos, toda una generación corre el riesgo de olvidar su responsabilidad en el desarrollo integral de la humanidad.
Nóaj: definiendo las prioridades
La etapa que la Torá describe en la perashát Nóaj marca el comienzo del desarrollo espiritual humano y nos transmite una enseñanza aplicable tanto a nivel de una civilización como de un individuo. La Torá nos relata que Nóaj vivió en un mundo egoísta y despiadado al cual, a pesar de sus esfuerzos, no pudo ayudar a mejorar. Nóaj construye una arca para salvarse del caos, el diluvio que destruye a la civilización, con el objetivo de crear un mundo mejor. Nóaj define un espacio de acción, el arca que es construida de acuerdo a medidas exactas, para poder desarrollar en forma adecuada lo necesario, posible y por lo tanto imprescindible. Ese microcosmos, el arca, es el laboratorio donde va a ensayar cómo implementar el potencial humano en pos de alcanzar la forma superior. Entretanto fuera del arca el egoísmo genera un diluvio social y espiritual, Nóaj y su familia se dedican día y noche, casi sin dormir, a alimentar a todos los animales que convivían con ellos. Sus vidas eran únicamente dar, jésed, preparando así un mundo futuro. Nóaj y su familia salvaron a la humanidad de su extinción usando el sentido de preservación del reino animal al cual alimentaron. Nóaj nos enseña que ante una sociedad caótica lo primero que debemos proteger es el altruismo, la bondad aplicada con sabiduría, aquello que nos eleva por sobre toda la Creación devolviéndonos nuestra imagen y semejanza. A partir de ello todo se puede salvar y reconstruir en nivel aun superior al anterior.