La Mesa de los Corazones
LA FE EN D’
1. Uno de los pilares del judaísmo es tomar conciencia de que el mundo tiene Amo. Es Él Único e Infinito. Es el Creador de todas las criaturas; las supervisa y conduce. De Él depende la existencia de todo ser creado. Es éste el primer precepto que D’ nos ordenó, como está escrito (Éxodo 20:2): «Yo soy El Eterno, tu D'».
2. Siendo que este precepto es la raíz de todos los demás preceptos, D’ determinó que todo el pueblo de Israel lo escuchase proféticamente en el Monte Sinaí. Paralelamente, nos prohibió terminantemente adorar toda deidad extraña.
3. Este conocimiento ha de ser integrado en lo más íntimo de nuestro corazón, como está escrito (Deuteronomio 4:39): «Conoceréis este día, y lo internalizaréis en vuestro corazón, que El Eterno, Él es el D’, arriba en los Cielos y abajo en la Tierra, y no hay ningún otro».
4. Otro de los pilares de la Fe en D’ es saber que Él está enterado de cuanto acto realice cada individuo. Recompensa a quienes cumplen los preceptos de Su Torá y castiga a quienes la transgreden. La mayor recompensa está reservada para el Mundo Venidero, en tanto que el castigo más severo es que el ingreso en dicho mundo le sea vedado. Nadie tiene parte en la Torá de Moshé Rabeinu, si no tiene la convicción de que todo lo que nos ocurre son milagros y no meras eventualidades naturales y casuales.
5. Quien reniega alguno de estos pilares, es considerado hereje y no tendrá parte en el Mundo Venidero.
6. Otro fundamento de la Fe: La persistencia de todos los mundos materiales y espirituales depende del Creador. Si D’ dejara aun un instante, de mantenerlos, inmediatamente se esfumarían como si nunca hubiesen existido. Como está escrito (Deuteronomio 4:35): «Se os ha mostrado para que sepáis que El Eterno, ¡Él es el D’! ¡No hay nada fuera de Él!».
7. Debemos rechazar todo pensamiento que contradiga a la Torá. Como está escrito (Números 15:39): «Serán por flecos –tzitzit– para vosotros, para que lo veáis y recordéis todos los preceptos de El Eterno y los realicéis; y no os desviéis tras vuestros corazones y vuestros ojos, tras los cuales os descarriáis».
LA CONFIANZA EN D’
1. Todo judío ha de confiar en D’ en todos sus asuntos. Debe tener claro que todo lo que le sucede es para bien y está dirigido por D’.
2. Tener confianza en D’ no significa aguardar que Él complazca todas sus peticiones, porque no todo lo que uno desea es lo más conveniente, según la misión que viene a cumplir en este mundo. Es más, nuestros Sabios enseñan: «Los sufrimientos son preciados»; «El Mundo Venidero se adquiere con sufrimiento». Tener confianza en D’ significa depositar las esperanzas en la Misericordia y la Bondad Divina, sabiendo que no hay méritos para recibirlas. El hecho mismo de confiar en D’ despierta la Misericordia Divina, como está escrito (Salmos 32:10): «Quien deposita su confianza en D’ se ve rodeado de bondades».
3. Quien tiene confianza en D’, acepta todo Decreto Celestial para cualquiera de sus asuntos y agradece tanto por lo bueno como por lo malo. Nuestros Sabios z»l redactaron una bendición para ser pronunciada al escuchar malas noticias: «Bendito Sea El Juez de la Verdad». Hay que declamarla con no menos alegría de con que se bendice por las buenas noticias: «Bendito Sea el Bueno y el Bondadoso».
4. Toda persona ha de acostumbrarse a decir: «Todo lo que hace D’ es para bien». Najum, Ish Gam Zu, ante cada contratiempo que le acontecía exclamaba: «¡También esto es para bien!».
5. Si bien D’ estipula cuánto ha de vivir cada criatura, cuan sano estará y como ha de sustentarse, nadie está exento de preocuparse por mantenerse en buen estado de salud y de procurarse el sustento, depositando en Manos del Cielo toda la responsabilidad por su vida
6. También se prohíbe introducirse en situaciones peligrosas, depositando falsamente confianza en D’. Es más, se prohíbe ir a lugares demasiados riesgosos, incluso para cumplir algún precepto.
7. Todo profesional o comerciante debe tener claro que esforzarse en demasía no cambiará el Decreto Divino. No obstante, ha de dedicarse tanto como sea necesario. Por ejemplo, el agricultor arará su campo, lo sembrará, extirpará espinas y lo regará, depositando su confianza en que D’ hará que sus esfuerzos den frutos. De ninguna manera ha de desatender las necesidades del campo, alegando que deposita su confianza en D’.
8. Asimismo en el cuidado la salud, se debe depositar la confianza en D’, sin dejar de preocuparse por mantenerse sano utilizando los medios naturales habituales.
9. Al realizar cualquier tratamiento médico se pronuncia: «Sea Tu voluntad, Hashem D’ mío y de mis antepasados, que por medio de este recurso me cure, porque Tú curas gratuitamente».
10. El esfuerzo por asuntos mundanos se diferencia del esfuerzo por el Servicio Divino y el cumplimiento de los preceptos. Nuestros Sabios enseñaron (Tratado de Berajot 33b): «Todo depende del Cielo, excepto el temor a Los Cielos». Por tal motivo, en cuanto a los asuntos mundanos, donde toda vicisitud depende de D’, y el único fin del esfuerzo individual no es más que para cumplir con el «precepto de esforzarse», es infructuoso esforzarse en demasía. A diferencia de los asuntos espirituales, para los cuales hay que esforzarse lo máximo posible, porque según sus actos será recompensado o castigado.
11. Acerca de satisfacer las necesidades del prójimo, es incorrecto apoyarse en «la confianza en D'» que provea lo necesario, sino que hay que esforzarse al máximo como si todo dependiera de uno: ayuda física o monetaria, etc.
12. El pueblo de Israel puede elevarse por sobre el influjo astral y alterar lo predestinado. Por ende, hay que ignorar a los pronósticos astrológicos, incluso a aquellos provenientes de fuentes competentes.
13. Hay quienes tienen confianza en D’ en forma general pero no particular. Suponen erróneamente que la Providencia Divina atañe sólo a procesos capitales de la sociedad humana, pero no a las pequeñas vicisitudes de cada individuo. No saben la precisión detallista con que D’ conduce la vida de cada criatura.
14. Quien goza de riqueza, honor, tranquilidad, no ha de suponer que eso es producto de sus buenas acciones. Incluso un justo íntegro, ha de saber que realmente todo lo que posee es por Bondad Divina y él por sí mismo no se merece absolutamente nada. Quien padece sufrimientos, no ha de inculpar al influjo de los astros, renegando de la Supervisión Divina. Sino que ha de pensar que sufre por las transgresiones que ha cometido. Si en cambio atribuye lo que le acontece a mera eventualidad, D’ le agregará otras eventualidades como éstas.
15. Se incluye en el precepto de la confianza en D’, que la persona sirva con abnegación a D’.
16. Entre las principales causas de la entrega de la Torá se halla arraigar en el pueblo judío la confianza en D’ y transmitirla a las generaciones posteriores.
Extraido del libro Shuljan Halebabot
Rab Elazar David Glik Shelit"a