10) Vaiakel
« En el camino espiritual existe un gran riesgo: ¿Cuál es la interpretación correcta de los detalles que conforman los principios espirituales? ¿Cómo sé que me encuentro en la senda correcta o, por el contrario, estoy creando una nueva forma de egoísmo ta
La Torá resalta las acciones que surgen del corazón y a los «sabios de corazón». La verdadera espiritualidad es similar a la música, que es un arte y a su vez es una ciencia. La música es el resultado de la combinación de tres elementos: ritmo, melodía y armonía. Cada uno de estos componentes posee sus propias leyes, muchas de las cuales las podemos estudiar en la física y la matemática, pero música no es una ciencia «exacta» que se disfruta únicamente con la razón, la música sale del corazón y llega al corazón. Cuando el compositor se sumerge en lo profundo de su corazón descubre combinaciones sonoras «exactas» que logran inspirar y emocionar más allá de modas y tiempos elevándonos a una dimensión infinita. Una música conmovedora es una «fórmula exacta» casi sagrada y si alteramos cualquiera de sus componentes pierde su efecto en el corazón del oyente.
Los límites de la mente
El orden estructural del Mishkán-Tabernáculo descrito en la Torá es una analogía del orden espiritual. Así como una música es el resultado de varios componentes, así las diferentes disposiciones que adquiere la realidad material-sensorial nos conmueven despertando en nosotros «impresiones y recuerdos» de una dimensión que, como el amor, trasciende lo meramente intelectual transportándonos a un mundo infinito. Ese mecanismo es el que la Torá nos transmite en la construcción del Mishkán-Tabernaculo y a través de todo el sistema de mitzvót que la Halajá-código legal judío dictamina. Lo mental nos brinda cierta noción de la realidad pero también la limita. Por ello, la experiencia y aprehensión interior de los símbolos y ritos asociados al estudio conciente, nos ayudan a trascender las formas puramente intelectuales. De ese modo el hombre comienza a percibir lo interior y a superar la vida basada tan sólo en estímulos exteriores.
Activando las fuerzas espirituales
Nos «alimentamos» permanentemente de todo tipo de impresiones que trascienden nuestro discernimiento. La comprensión de la estructura interna del Mishkán-Tabernáculo nos hace tomar conciencia de las fuerzas espirituales que sutilmente activan nuestro mecanismo perceptivo. A cada instante estamos expuestos a diferentes impresiones mentales, emocionales, visuales, auditivas, etc. que gradualmente modelan nuestra forma de ser. El sistema del Mishkán-Tabernáculo, que es el de las mitzvót, activa estas fuerzas dentro de la Kedushá, y lo denominado Avodá Zará-Idolatría o literalmente trabajo extraño, lo activa dentro del sistema de la Tumá.
Kedushá y tumá
Kedushá y tumá representan dos formas de relacionarse con la realidad. Kedushá nos indica la energía que estamos en condiciones de recibir y emplear positivamente. Tumá, en cambio, es la energía que todavía no estamos capacitados para utilizar. Tumá señala la forma de recepción que finalmente genera destrucción a nivel individual y colectivo. Tumá es producto del placer momentáneo y egoísta sin evaluar sus futuras consecuencias.
Ejemplo: El cuerpo debe ingerir la cantidad y calidad de alimento que le provea la energía para funcionar correctamente. Si comemos en exceso generaremos un desequilibrio y finalmente enfermedades, ya que sobrecargamos al cuerpo con energía que no puede asimilar. También debemos tener cuidado en el tipo de alimentación; si no es balanceada el cuerpo tenderá a generar colesterol o azúcar, etc.
Análogamente sucede con nuestra energía instintiva, emocional, mental y espiritual. Cuando atraemos instintos, emociones, pensamientos y energías que todavía no sabemos manejar, ocasionaremos graves desequilibrios en la ecología espiritual del individuo y la sociedad. La forma de relacionarnos con la kedushá es la brajá. Brajá se traduce comúnmente como bendición. Brajá es la reflexión mental, emocional y verbal que antecede la relación del hombre con el mundo de la kedushá. La brajá es el discernimiento dentro del ámbito de la kedushá. Previo al acto de acercarme a la kedushá -energía que estamos preparados para recibir y emplear positivamente- discierno y tomo conciencia del objetivo de mi deseo a través del pensamiento y la palabra del modo en que éste se expande hacia todos los ámbitos de la realidad.
Cuando la vida está basada en la kedushá y la brajá surge la conciencia superior, siendo que ahora el hombre se relaciona con el prójimo y con todos los ámbitos de la realidad lúcidamente, previendo las consecuencias de sus actos y ya no en forma mecánica e instintiva.
El gran riesgo
En el camino espiritual existe un gran riesgo: ¿Cuál es la interpretación correcta de los detalles que conforman los principios de la Torá? ¿Cómo sé que me encuentro en la senda correcta o, por el contrario, estoy creando una nueva forma de egoísmo tanto o aún más peligrosa? El Talmud de Babilonia tratado Iomá 72-2 nos dice lo siguiente: Esta es la Torá que presentó Moshé ante los hijos de Israel. Si el hombre, a través de su estudio y práctica «logró refinarse» será para él un elixir de vida; de lo contrario será una droga de muerte. También Rabí Jananiá ben Akashiá en el Talmud de Babilonia tratado Makót 23-2 nos expresa: HaKadósh Barúj Hú quiso «refinar» (haciendo meritorio) al pueblo de Israel, por ello le dio abundancia de Torá y mitzvót.
¿Qué es lo que debemos refinar?
El deseo de recibir es lo que debemos refinar transformando nuestro egoísmo en altruismo. Sólo entonces la Torá será para el hombre un elixir de vida.
De la misma forma que cuando construimos una casa nos concentramos en infinidad de detalles técnicos, sistemas de agua, electricidad, etc. no debemos olvidar que la casa y todos sus componentes son en última instancia un lugar para vivir, así todos los detalles que la Torá nos enseña de cómo debemos construir el Mishkán y la forma en que debemos realizar las mitzvót ¡son también para vivir! y un medio precioso para alcanzar la Armonía Universal.