Festejando
Pesaj
Pesaj y su significado
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1) Pesaj: ¿Qué nos viene a la mente?

selección extraída del libro «»La Hagadá de Breslov» © Breslov Institute Research – www.breslov.org

Peisaj. ¿Qué nos viene a la mente? Para algunos es una historia de los tiempos antiguos. De una época que cambió la dirección de la historia humana. El nacimiento del Pueblo Judío tal como lo conocemos. Para otros es el fragor de las preparaciones que nos dejan agotados durante toda la Festividad. Y para otros más es el sentarse en el Seder y volver a modelar las impensables paradojas del pensamiento Judío. Mientras que para otros se trata de la discusión sobre los varios puntos teóricos de la Halajá y el Midrash. Pero, ¿es eso todo? ¿No es que la Hagadá nos dice que estamos obligados a vernos como si fuésemos nosotros mismosquienes dejamos Mitzraim? Y esta obligación ¿no es más que el tener una fantasía sobre la antigüedad? ¿Puede esperarse de nosotros, viviendo como lo estamos en un mundo democrático y libre llegar a experimentar el dolor de la Esclavitud? ¿O la alegría de la Redención? Debe haber algo más en ello. Después de todo, ¿no se nos enseña que el Exodo muestra que la Creación es un Evento que no ocurrió sólo una vez? (Ramban,Exodo 20:2). La Creación Judía es algo mucho más dinámico. ¿No se nos enseña que la Esclavitud en Egipto es vista como una Rectificación del «pecado» de Adán, de su Error de Cálculo? (Shaar HaPesukim, Shemot). Y también de los dos millones de hombres, mujeres y niños Judíos, sin incluir los millones de gentiles que vinieron con ellos, cada uno de los cuales percibió algo diferente.Debe haber algo más.

En El Comienzo…(Génesis 1:1). Espacio. Tiempo. Vida. Tres dimensiones de la Creación. Tres ámbitos de la experiencia humana. El Hombre, cada ser humano individual, es un microcosmos de cada uno de ellos. Existe un vasto Espacio allí afuera. Todos lo sabemos.Nuestras mentes finitas no pueden captar la magnitud del universo. Sabemos que el Tiempo fluye. Hubo existencia en la Tierra antes de nosotros, esa es la materia de la historia. Y continuará habiéndola cuando nosotros nos hayamos ido. Y existe la Vida. Oculta. En algún lugar. El Secreto de la Vida. El chispazo de una experiencia evasiva. ¿Cuál es el significado de todo ésto? Y ¿cuál es la importancia del Universo para nosotros, sobre esta partícula de polvo que es la Tierra? ¿Qué implicancia tienen sobre nuestra mundanalidad la Historia Humana y la Historia Judía? Y ¿qué sentido puede tener la Vida si estamos demasiado ocupados con la complicación de vivirla?

La Creación. Luego la Caída del Hombre. El Diluvio. Luego Noaj. Teraj. Luego Abraham, Itzjak y Iaacov. El Exilio, el Exodo y la entrega de la Torá. Luego el Becerro de Oro. El Tabernáculo, la Tierra de Israel, los Jueces, los Profetas y el Santo Templo. Luego la Destrucción. Purim, el Segundo Templo y Jánuca. Luego la Segunda Destrucción. La Diáspora. Los países Arabes. La Europa Occidental. Las Cruzadas. La Inquisición. Luego Europa Central. Pogroms. Rusia. Los Cosacos. Luego el «Iluminismo». La salida de los Guetos… Auschwitz. Treblinka. Bergen-Belsen. Luego el Revivir. La Reconstrucción. La Vuelta al Alma…

Leyendo la Historia Judía buscamos relacionarnos con ella. Sentirnos parte. No ser sólo «espectadores» del pasado. Incluso podemos imaginar cómo debe haber sido vivir en esos tiempos, sólo para ser llevados… «¡Si hubiera vivido entonces! ¡Qué entusiasmo! ¡Cuán inspirador! ¡Entonces sí que hubiera sido un buen Judío!» Y al hacerlo así habremos equivocado el punto. Pues no sólo queremos ser «espectadores» del pasado, escapistas de la vida hacia un distante pasado. Queremos también extraer algo del pasado. Traer sentido y propósito a nuestra vida cotidiana. Pero, ¿cómo? ¿Cómo podemos relacionarnos con la enseñanza de que cada ser humano es en sí mismo un mundo completo? Un microcosmos del Universo; de la Historia; de la Vida. ¿Qué mensajes tienen entonces para nuestra vida diaria los más esotéricos secretos de la Creación?

…Hagamos al Hombre (Génesis 1:26) Adán, el Hombre, fue creado con un profundo e innato Conocimiento de la existencia de Dios. Esa Conciencia de Dios era inherente a todas sus acciones. A todos sus pensamientos. Su alma tenía grabada esa Verdad tal como el alma de un niño lleva grabado cierto conocimiento fundamental. Todo niño sabe de forma innata cómo aprender a hablar. Cómo hablar. Pero, ¿es consciente el niño de ese conocimiento? De hecho que no. El sólo «sabe.» Adán también sólo «sabía.» Pero no sabía que él sabía. Aún no poseía Daat. El Conocimiento Intimo. La Certeza. La Experiencia de ese Conocimiento. Era Consciente de Dios, pero sin Daat, sin percibir ese gran Conocimiento dentro suyo. Y ¿cómo podía haberlo sido? Daat, la Conciencia, sólo llega cuando hay diferenciación. Sólo cuando hay un conocimiento objetivo de algo y de su ausencia, de su contraste. ¿Podríamos ser conscientes del día si no fuese por la noche? ¿Percibiríamos la alegría si no fuese por el dolor? Y ¿seríamos conscientes de la vida si no fuese por la muerte? Tampoco Adán podía ser verdaderamente consciente de su Paraíso sin el sabor de su ausencia. Y sin esa conciencia no puede haber apreciación. Ninguna experiencia. El Hombre no puede apreciar ese Paraíso sin el conocimiento de lo que hay «afuera.» Y sin esa apreciación, la Bondad de Dios hacia el Hombre, el Objetivo manifiesto de la Creación, no puede ser completa. E incluso si Dios le hubiese dado a Adán una conciencia y una apreciación, ello hubiera sido por pura Gracia. Sin mérito alguno. Y el plan de Dios es que el Hombre gane su Paraíso. Que se haga a sí mismo. De manera que Dios le dio una oportunidad al Hombre. Una posibilidad de experimentar un gusto de la Carencia de Divinidad. De ser consciente del Paraíso en el cual se encontraba. Una oportunidad de entrar a un Gan Eden más elevado aún. Le dio la Tentación (ver Zohar II, 55a).

Pero la Serpiente era Astuta…(Génesis 3:1) Pero el hombre era impetuoso. Sutilmente orgulloso (ver Hagadá). Ansioso por experimentar a Dios (Likutey Halajot, Guezeilá 5:7). De modo que fue llevado a pensar que era la voluntad de Dios el que él transgrediese. ¡Así, entonces, podría apreciar a Dios! O al menos eso creyó… Si al menos el Hombre hubiese aguantado el dolor de la tentación… Si hubiese al menos percibido la experiencia de la tentación como una oportunidad de aferrarse a Dios, de anhelar y clamar ser salvado de la tentación… Si sólo hubiese visto a Dios oculto en el dolor de esa tentación, el Arbol de la Vida oculto dentro del Arbol del Conocimiento… (Jizkuni, Génesis 2:16; Hadar Zekenim, Tosafot, Ialkut Reuveni, Bereshit 33b). Eso, en sí mismo, hubiese sido su percepción de la Oscuridad, su experiencia del dolor, su gusto de la Falta de Divinidad… Si sólo se hubiese aferrado al Arbol de la Vida hasta el Shabat… Hubiera entonces tomado de él de una forma legítima y también se le hubiese dado del Arbol de Conocimiento – hubiera llegado a ser totalmente consciente de Dios (Jesed LeAbraham 1:8). Pero el Hombre no vio las cosas de esa manera. Sólo vio la «serpiente.» Sólo oyó la voz de la tentación. El «vio,» el «supo,» lo que él pensó que era malo en la Creación. Un ámbito de la existencia más allá de su experiencia interna y personal del mundo. Se volvió muy curioso. Curioso por conocer, por experimentar la «No Existencia» de Dios. «¿Cómo puede ser?» se preguntó a sí mismo. «¡Si yo sé que Dios está en todas partes!» (Likutey Halajot, Apotropus 2:11). Pero Dios dijo ¡No! Adán «supo» eso. Y así racionalizó (Likutey Halajot, Ribit 5:8). «De seguro que podré servir mejor a Dios una vez que posea un conocimiento íntimo de este mal. Pues una vez que el mal sea parte integral de mi experiencia interna, ¡podré controlarlo con mucha más fuerza!» El Hombre quería controlar las cosas, tanto como… (ver Hagadá). Y volvió a racionalizar. «Y cuando lo pruebe veré por mí mismo su amargura. Pero si no lo hago, siempre me roerá la pregunta: ¿Es posible que la serpiente tenga razón?» (Se dice que ésto es lo que Reb Elimelej de Lizhensk le respondió a su hermano, Reb Zusia, cuando éste le preguntó por qué ellos, que también formaban parte del alma compuesta del Primer Hombre, permitieron que Adán transgrediese. Esa fue su «transgresión.») Es posible que todos estos pensamientos y muchos otros se presentasen en la mente del Hombre. ¿No nos encontramos nosotros con variedad de motivaciones para una sola acción? Seguro que Adán, el ser humano compuesto por sus billones de descendientes tuvo todos nuestros pensamientos en su mente…

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