La festividad del niño
(Selección de comentarios del Lubavitcher Rebe: Menajem Mendel Schneerson)
¿Cuándo fue la última vez que experimentaste libertad? Para muchos de nosotros, agobiados por el trabajo, las responsabilidades sociales y familiares, y los demás enredos del estado humano, la libertad parece tan excepcional como lo esencial que es, tan escurridiza como deseable. La queremos, la precisamos, pero, ¿cómo la logramos?
Mira, sin embargo, al niño. Obsérvalo jugando, inmerso en un libro favorito, dormido y sonriendo en sus sueños. El niño, confiado en que papá y mamá lo alimentarán, lo protegerán, y se preocuparán de todo lo que es preciso preocuparse, es libre. Libre para disfrutar de su ser interior, para crecer y desarrollarse, abierto a las alegrías y posibilidades de la vida.
A esto se debe que Pesaj, la festividad de la libertad, es en tamaña medida la festividad del niño. Pues es éste quien evoca en nosotros la toma de conciencia de que también nosotros somos niños de Di-s y, por lo tanto, inherente y eternamente libres. Es el niño quien abre nuestros ojos al máximo significado de Pesaj: que al sacarnos de Egipto para hacer de nosotros Su pueblo elegido, Di-s nos ha liberado de toda esclavitud y subyugación para siempre.
El niño es, así, el participante más importante del seder de Pesaj. Muchas de sus costumbres están específicamente diseñadas para fascinar al niño, para estimular su curiosidad, para obligarlo a preguntar: Ma nishtaná halaila hazé… «¿Por qué es esta noche diferente de todas las demás noches?»
Pues la Hagadá por entero, la «narración» de la historia de nuestra redención de Egipto en el seder, está construida alrededor del concepto de «Cuando tu hijo te pregunte… Narrarás a tu hijo» [1]. En Pesaj, queremos ingresar a la mente del niño, ver la realidad desde su perspectiva. Pues ¿de qué otra manera podemos saborear la libertad?
Cuatro Hijos
Pero los hijos, como lo atestiguará cada padre, vienen de muchas formas y maneras. Un examen más minucioso del análisis de la Torá en cuanto al diálogo del seder revela versiones diversas de la pregunta que formula el niño y la respuesta que ha de darle el padre [2].
La Hagadá explica que «la Torá habla de cuatro hijos: el sabio, el malvado, el simple, y el que no sabe preguntar». Según cómo el niño articule su pregunta (y si lo hace del todo), la Torá ofrece cuatro diferentes enfoques para explicarle el mensaje de la festividad y el significado de nuestra libertad.
El «hijo sabio» formula preguntas inteligentes, bien estructuradas, que reflejan la prolijidad detallista de sus observaciones y su deseo de saber, apreciar y participar [3]. El orgulloso padre responde con una explicación pormenorizada de las observancias del seder de cabo a rabo, hasta la última cosa, la ley de que «uno no debe servir postre alguno después de la carne de la Ofrenda de Pesaj»[4], de modo que su sabor perdure en nuestras bocas mucho después del seder [5].
El «hijo malvado», observando la labor y los gastos que implican hacer el seder, pregunta: «¿Para qué es este trabajo de ustedes?» [6] «Este trabajo de ustedes», recalca la Hagadá; es algo de lo que él no quiere parte para sí. «Esto es por lo que Di-s hizo para mí», contesta el padre en idénticos términos, «cuando yo dejé Egipto» [7]. «Para mí… cuando dejé Egipto», implicando, explica la Hagadá, que «si él (el hijo malvado) hubiera estado allí, no hubiera sido redimido».
Al «hijo simple», que apenas puede lograr un tímido «¿Qué es esto?» [8], el padre le responde con una explicación adecuadamente elemental acerca de la importancia de la noche [9]. Y al padre del «hijo que no sabe preguntar» la Torá instruye: «Narrarás a tu hijo» [10]. Inicia tú el análisis; estimúlalo a conversar y participar [11].
Allá y Acá
De las respuestas mencionadas, nuestra contestación al «hijo malvado» pide aclaración. ¿Por qué le decimos que hubiera sido dejado atrás, en Egipto, en el momento del Exodo?
Objetivamente hablando, así hubiera sido. Nuestros Sabios cuentan que sólo uno de cada cinco judíos abandonó Egipto en dirección a Sinaí en el primer Pesaj [12]. Los otros 4/5 se rehusaron a salir, prefiriendo la esclavitud al Faraón por sobre el compromiso a Di-s. Estos judíos no fueron redimidos. Pues aunque Di-s aceptó a los judíos en Egipto tal como eran, pese a su deficiente estado espiritual después de dos siglos de esclavitud y sometimiento a la más indigna sociedad sobre la tierra, había una condición: uno debía desear la libertad a fin de merecerla.
Con todo, ¿qué se pretende ganar diciéndole al hijo malvado que «de haber estado allí, no hubiera sido redimido»? ¿Queremos alienar más a un niño ya alienado?
En verdad, sin embargo, nuestra respuesta al hijo malvado no es un mensaje de repudio y rechazo, sino uno de aceptación y augurio. De haber estado allí, le decimos, no hubiera sido redimido. El Exodo de Egipto tuvo lugar antes de la revelación en Sinaí, antes de que Di-s eligiera a cada niño judío como propio. Allí, en Egipto, la redención era cuestión de elección individual. De haber estado allí, seguiría estando todavía allí. Pero él no estuvo allá; está aquí.
«Aquí» es después de Sinaí. Aquí, libres es lo que somos, en lugar de algo que podríamos elegir o declinar ser. Cierto, actualmente estamos en el exilio, pero «en ese día», profetiza Isaías, «seréis recolectados uno a uno, hijos de Israel» [13]. Cuando Di-s venga nuevamente a redimirnos, ni un único judío quedará atrás.
El Quinto Hijo
Por diferentes que puedan ser, los «cuatro hijos» de la Hagadá tienen una cosa en común: ya sea involucrado, desafiante, inepto o indiferente, todos están presentes en la mesa del seder. Todos se relacionan, si bien de maneras muy diferentes, con nuestro revivir anual del Exodo y nuestro nacimiento como nación. La línea de comunicación está abierta; el «hijo sabio» potencial que mora dentro de cada niño judío está disponible para ser abordado.
Hoy, sin embargo, en nuestra era de confusión espiritual, existe un quinto hijo: el judío que está ausente de la mesa del seder. El no hace preguntas, no presenta desafíos, no exhibe interés. Pues no sabe nada del seder, nada de la importancia del Exodo, nada de la revelación en Sinaí cuando asumimos nuestra misión y rol como judíos.
A estos niños de Di-s debemos dedicarnos mucho antes de la primera noche de Pesaj. No debemos olvidar a un solo niño judío; debemos invertir todas nuestras energías y recursos para traer hasta al último «quinto hijo» a la mesa del seder de la vida judía.
Basado en Likutéi Sijot, Vol. XI, pág. 2; Igrot Kodesh, Vol. XV, págs. 33-34
Notas:
1. Exodo 13:8, 14.
2. Véase Deuteronomio 6:20, Exodo 12:26, 13:8, y 13:14.
3. Deuteronomio, ibíd.
4. Hagadá para Pesaj.
5. Hoy, la misma ley se aplica al afikomán, la matzá comida al final de la cena en conmemoración a la Ofrenda de Pesaj.
6. Exodo 12:26.
7. Ibíd. 13:8.
8. Ibíd., vers. 14.
9. Ibíd.
10. Ibíd. vers. 8.
11. Hagadá para Pesaj.
12. Rashi, Exodo 13:18.
13. Isaías 27:12.