2) Y el hombre tomó del fruto…
selección extraída del libro «»La Hagadá de Breslov» © Breslov Institute Research – www.breslov.org
Y el Hombre Tomó del Fruto…(Génesis 3:6) De modo que el Hombre – ese Hombre cuya Conciencia de Dios era innata – buscó experimentar lo que él veía como lo malo. Para ser consciente de la Oscuridad. Para probar la Falta de Dios. Para experimentar la transgresión. Pero para tener esa experiencia debía primero dejar de ser «consciente» de Dios. «Cerrar sus ojos.» «Girar su rostro.» «Alejar a Dios de su mente.» De modo que el Hombre se embriagó con aquello que veía como lo malo, suponiendo que ello lo llevaría hacia un nivel mucho más elevado. El Hombre logró lo que quería. La Falta de Dios. La «No- Existencia.» Pero, ¡Ay! el Hombre había caído en las Klipot – las Barreras Mentales. Ahora, la Conciencia ya no estaba dormida dentro de él. Esa Conciencia de Dios que había estado esperando su actualización se encontraba ahora activamente constreñida (Likutey Halajot, Edut 4:5; cf. Bereshit Rabah 19:7). El Conocimiento innato había desaparecido. Sus pensamientos y sus acciones no eran más una expresión de ese Conocimiento. Ahora sentía como si él quisiera el mal. No podía borrar esa experiencia de su mente. Dios le dio al Hombre otra oportunidad. ¡Una bofetada! «Y ahora… no sea que coma del Arbol de la Vida… Dios lo expulsó del Gan Eden…» (Bereshit 3:22-3). «¡Vete!» dijo Dios. «¡Fuera de Mi Presencia!» Dios envió al Hombre al Exilio. Un exilio espiritual. El físico era sólo «simbólico.» La manifestación correlativa de lo espiritual. Y el Hombre fue. ¡Cómo lamentaba su error! ¡Cómo se arrepintió! (Eruvin 18b). …Si sólo hubiera clamado, «¡No! ¡No me iré! ¡No! ¡No puedo irme! ¡No! ¡Mi vida no tiene sentido sin Ti! ¡He transgredido! ¡No lo merezco! ¡Pero Tú puedes perdonar! ¡Tú estás por Sobre la razón humana!» …Si sólo hubiera «seguido» en los pasos de Moshé, Moshé que tomó la sugerencia de Dios. Ello sucedió luego del Becerro de Oro. Dios le dijo, «¡Y ahora, déjaMe y Yo los destruiré!» ¡Moshé protestó! (ver Hagadá). Allí se mantuvo firme. El sabía qué era lo que Dios realmente quería. (Ialkut Shimoni y Shemot Rabah sobre Exodo 32:10). Adán, el Hombre, hubiera visto entonces a los Querubim y a la Espada Flamígera que le impedían la entrada al Gan Eden como lo que realmente eran: una Barrera Mental, una ilusión (Paneaj Raza y Bajaia sobre Génesis 3:24). Hubiera comprendido la verdadera intención de Dios; que cuando Dios dice AHORA, quiere decir: ¡Olvida el pasado! (Bereshit Rabah 21:6; cf. Ibn Gabirol, plegaria Keter Maljut). …Y cuando un padre abofetea a su hijo, ¿quiere realmente golpearlo? Pero el Hombre, sintiendo sólo la bofetada, se alejó de su Padre. Salió a la vida llevando el insoportable dolor que sólo la bofetada de un padre puede dar. ¡El rechazo! El dolor de la Distancia. Y ¿quién puede medir el dolor del Padre que llora por haber alejado a su hijo? Y todo por un malentendido… De modo que el Padre le clama al Hombre desde ese entonces: » Aieja – ¿Dónde estás?» Pero el Hombre, una vez «abofeteado» ha apagado esa Voz. También el Padre está en el «Exilio.» Exiliado por el Hombre (Zohar I,53b).
Y Esta es la Historia del Hombre… (Génesis 5:1). La Historia del Hombre. La historia de cada hombre. Todos nacemos con dolor. Y lo primero que recibimos es una «bofetada» (sobre el labio superior también; Nidah 30b). Crecemos en el dolor de ser inválidos en un mundo de adultos. Y luego llevamos el dolor de traer más niños al mundo. Dolores universales. Y también están todos nuestros dolores personales… De modo que buscamos escapar de este dolor. De enterrarlo cada vez más hondo. De negarlo. Y a veces de negar su Fuente. «Muy bien, si eso es lo que Tú piensas de mí, ¡tampoco yo te necesito a Ti!» Transformamos el dolor en ira hacia su Generador. Pero el dolor permanece. El corrosivo vacío no acaba de irse. Todos los placeres del mundo y todas sus riquezas no son capaces de llenar el vacío del alma. Toda la veneración que pueda otorgar la humanidad no es capaz de elevar el alma que busca con ello remplazar un perdido sentido de valor fundacional. Todo el Conocimiento de la Torá sobre la Creación no puede darle Sentido a la Vida si ese conocimiento es meramente una concepción intelectual y menos aún si no es una herramienta para el autocrecimiento. Es el dolor, el vacío de la «No Existencia.» Un vacío que experimentamos y sentimos en los niveles más profundos de nuestras almas. El conocimiento de que nos hemos extraviado. Que nuestras vidas han perdido el Sentido. Que estamos fuera del contacto con Dios. Y ello es una experiencia de Guehinom. En este mundo. (Likutey Moharán II, 119). Pues vivir en lo puramente físico es vivir en Guehinom. Y la sed del alma sólo puede ser saciada con Existencia. Con Conciencia de Dios. Con la Alegría de la Existencia. Con un Judaísmo Significativo. Y si Adán no ha experimentado ya seis mil años de sufrimiento humano como para preguntarse qué anduvo mal en su vida, nosotros sí lo hemos hecho. Nosotros conocemos ese dolor. ¿No lo hemos experimentado ya lo suficiente? ¿No es momento ahora de experimentar la Alegría?…
Y Este es el Pueblo Judío que Descendió a Mitzraim (Exodo 1:1) Pero, como el Hombre decidió enterrar su Dolor, la Distancia se hizo cada vez mayor. Hasta que, finalmente, el exilio espiritual de la Humanidad se materializó en lo físico: el Pueblo Judío en Mitzraim. Y allí, en Egipto, el Pueblo Judío descendió más y más. Su Conciencia Judía, su conciencia de Dios y de ellos mismos se hizo cada vez menor. Olvidaron su propia situación. La realidad de su descenso espiritual. ¿Estamos nosotros conscientes de nuestra situación? ¿Cómo podríamos estarlo si, por la razón que fuese, negamos la posibilidad de una Realidad Superior, de un plano más elevado de Vida? (ver Hagadá). Al hacerlo así, sólo nos estamos negando a nosotros mismos la oportunidad de llegar a ser conscientes de nuestra propia situación. La conciencia sólo llega con el conocimiento de la diferenciación… Y finalmente todo lo que quedó fue un vestigio de Judaísmo. La vestimenta tradicional – quizás incluso «rabínica.» Nombres característicos y una lengua única. Una especie de clan. Una tradición. Un inexplicable deseo de retener alguna «identidad Judía.» Sin saber por qué o qué, «algo» les dijo que debían mantenerse en ello. Casi como hoy en día… Entonces llegó Moshé, trayendo la promesa de la Redención. Al principio ellos creyeron. Moshé los fue llevando entonces, gradualmente, hacia la Conciencia. Pero ellos no podían aún poner esa Conciencia en acción. Doscientos diez años en el depravado Egipto habían producido su efecto. …Cerca de un año desde que llegara Moshé. Nueve Plagas y el Faraón aún sin ceder. Millones de Judíos murieron durante la Plaga de la Oscuridad. Cuatro quintos del pueblo fue barrido en una semana – aquellos que Dios vio que aún no estaban listos. ¡Cuán desalentador fue enterrar a todos sus hermanos! Al borde de la desesperación. Pensamientos de aplastadas esperanzas cruzaron sus mentes. E iguales sentimientos atravesaron sus corazones. Quizás no fuesen dignos. Rápidamente se hundían en el nivel cincuentavo del descenso espiritual: el ámbito de la Resignación y la Desesperanza. De haber entrado efectivamente en ese nivel no hubiera habido ya más esperanza. Sólo podemos cambiar cuando no desesperamos (ver Hagadá p.56). Pero Moshé les aseguró que aún seguían siendo el Pueblo de Dios. Deseando creer, sacrificaron el cordero de Peisaj. Pero todo estaba en suspenso. Todo dependía del golpe de medianoche. ¿Aparecería Dios? Y allí en las profundidades, en el punto más alejado, en el nadir, el Pueblo Judío fue llevado a comprender que Dios está en todas partes. Que El puede ser alcanzado comprendiendo la infinita Distancia y no tratando con premura de acercársele. Experimentando el dolor de esa Distancia y sabiendo que allí, ¡allí en la Oscuridad está Dios! Al mostrarles ésto, Dios les mostró también que no hay necesidad alguna de desesperar. Nunca. No hay alma extraviada que no pueda ser recuperada. Ni situación que no pueda ser redimida. No hay error que no pueda ser corregido. ¡Que siempre hay ESPERANZA! Incluso al borde de la desesperación. Así, la Conciencia no llega toda al mismo tiempo. Es un Proceso. La regla del Progreso Gradual (ver Hagadá). Adán lo quiso todo en un mismo momento. Todos sabemos lo que sucedió… Si Adán fue apresurado en su acercamiento a Dios, la ordalía Judía en la esclavitud les enseñó a ser pacientes. Si realizaron su Seder con apuro fue sólo porque Dios así lo había ordenado (Megaleh Amukot, Shemot p.16a). Si Adán fue sutilmente orgulloso al tratar de estar «demasiado» cerca, ellos fueron llevados a la humildad al ser conscientes de la Distancia. Y allí radica la Rectificación del «pecado» del Hombre – de su Equivocación Original.